Loreto constituye un enclave histórico de primer orden en el noroeste de México. Fundado en 1697 por el jesuita Juan María de Salvatierra, fue el primer asentamiento misional permanente de la península de Baja California y, durante varias décadas, funcionó como la capital política, religiosa y administrativa de las Californias.
La historia de Loreto no puede comprenderse sin el contexto cultural de los pueblos indígenas que habitaron la región: Cochimíes, Guaycuras y Pericúes, cuyas formas de vida fueron profundamente transformadas a partir de la llegada de los misioneros. En esta publicación se busca exponer la interacción entre estas comunidades y los proyectos coloniales de la Monarquía Hispánica, subrayando la centralidad del mar como elemento articulador.
Antes de la llegada europea, la península de California estaba habitada por grupos seminómadas con base en la caza, la recolección y el aprovechamiento de los recursos marinos.
Cochimíes: ubicados principalmente en la zona centro y norte de la península. Su lengua, hoy extinta, pertenece a la familia yumana (Aschmann, 1959). Se organizaban en bandas móviles y practicaban la recolección de semillas, frutas de cactus y raíces, así como la pesca en temporadas.
Guaycuras: asentados en la región centro-sur, particularmente entre Loreto y La Paz. Eran nómadas estacionales que alternaban entre las sierras y la costa (Del Barco, 1973). Se distinguían por el uso de balsas primitivas para la pesca y por una organización social basada en clanes.
Pericúes: concentrados en el extremo sur de la península y en las islas cercanas. Su economía estaba fuertemente ligada al mar, con especial énfasis en el buceo para obtener conchas, moluscos y perlas, actividad que posteriormente interesó a los colonizadores (Mathes, 1989). Se les atribuye una de las manifestaciones culturales más complejas de la península y protagonizaron la rebelión indígena de 1734-1737, que puso en jaque el sistema misional.
Estos pueblos también dejaron como legado las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco y la Sierra de la Giganta, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que evidencian una cosmovisión ligada a la caza, los rituales y la vida comunitaria.
Tras varios intentos fallidos de colonización en los siglos XVI y XVII (expediciones de Hernán Cortés en 1535 y Sebastián Vizcaíno en 1596), fue la Compañía de Jesús la que logró establecer un asentamiento duradero.
El 25 de octubre de 1697, el padre Juan María de Salvatierra, acompañado por un reducido número de soldados y marineros, fundó la Misión de Nuestra Señora de Loreto Conchó, considerada el origen del sistema misional en las Californias (Clavijero, 1852). Desde Loreto partieron expediciones para fundar nuevas misiones hacia el norte, constituyendo una cadena que se extendería hasta la actual California estadounidense.
Las misiones buscaban integrar a los indígenas a la vida sedentaria mediante la enseñanza de la agricultura, la ganadería y diversos oficios. Sin embargo, este proceso también significó la erosión de sus costumbres ancestrales y, sobre todo, el impacto devastador de enfermedades introducidas, que diezmaron drásticamente a la población nativa (Mathes, 1970).
Durante el virreinato, Loreto fue designado como la capital política y administrativa de las Californias, categoría que abarcaba tanto la península como los territorios septentrionales. Desde este puerto se organizaron expediciones, se supervisó el avance de las misiones y se mantuvo la comunicación con el resto de la Nueva España.
La centralidad de Loreto se mantuvo hasta 1777, cuando la capitalidad se trasladó a la Alta California, y posteriormente, en 1829, a La Paz, debido a los daños que un huracán ocasionó a la infraestructura de Loreto. No obstante, su papel fundacional lo consolidó como el corazón histórico de las Californias.
El Mar de Cortés, también conocido como Golfo de California, ha sido un elemento central en la historia loretana. Para los pueblos originarios fue fuente de subsistencia y espiritualidad; para los colonizadores, una ruta estratégica y una fuente de riqueza mediante la extracción de perlas (Mathes, 2006).
En la actualidad, el mar continúa siendo parte de la identidad de Loreto, gracias al Parque Nacional Bahía de Loreto, con sus islas Carmen, Coronados, Danzante, Monserrat y Santa Catalina, reconocidas como Patrimonio Mundial.
Loreto representa el punto de convergencia entre tres dimensiones históricas:
La herencia indígena de los cochimíes, guaycuras y pericúes, cuyas culturas dejaron huellas materiales y espirituales en la península.
El proyecto misional jesuita, que transformó profundamente las estructuras sociales y sentó las bases de la colonización novohispana en el noroeste.
El papel político y estratégico de Loreto como primera capital de las Californias y centro de expansión hacia el norte.
De esta manera, Loreto no es únicamente un sitio turístico o natural, sino un espacio fundacional que articula pasado y presente, raíces y modernidad, tierra y mar.
Referencias bibliográficas
Aschmann, H. (1959). The Central Desert of Baja California: Demography and Ecology. Ibero-Americana 42. University of California Press.
Clavijero, F. J. (1852). Historia de la Antigua o Baja California. México: Imprenta de Juan R. Navarro.
Del Barco, M. (1973). Historia Natural y Crónica de la Antigua California. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Mathes, W. (1970). California Mission Documents: Collection of Jesuit Letters and Reports. Dawson’s Book Shop.
Mathes, W. (1989). Las misiones de Baja California, 1683-1849. México: Secretaría de Educación Pública.
Mathes, W. (2006). Californiana I: Documentos para la historia de la demarcación comercial de California, 1583-1632. México: Universidad Autónoma de Baja California Sur.
UNESCO (2003). Rock Paintings of the Sierra de San Francisco. World Heritage List.