En cada institución educativa, el compromiso de los docentes juega un papel fundamental en el desarrollo de una comunidad escolar sólida, eficiente y orientada al logro de los objetivos comunes. Existen maestros que, con verdadera vocación, cumplen cabalmente con cada una de las actividades que les solicita la directora o el equipo de gestión del plantel. Estos docentes asumen su trabajo con seriedad, responsabilidad y respeto hacia su profesión, sus estudiantes y sus compañeros.
Preparan clases, atienden a padres de familia, participan en consejos técnicos, organizan eventos escolares y entregan en tiempo y forma los informes y evidencias que se les solicitan. Son personas que, además de dar clases, están dispuestas a sumar en tareas adicionales porque entienden que la escuela es una comunidad que se construye con el esfuerzo de todos.
Sin embargo, también se vive otra realidad: algunos compañeros muestran una actitud distinta. Se les ve frecuentemente conversando en los pasillos, sin atender sus responsabilidades a fondo o retrasando entregas importantes. Aunque cumplen con lo básico, su participación en actividades escolares es mínima o poco comprometida. Esta diferencia de actitudes puede ser desmotivante para quienes sí dan su máximo esfuerzo, pues mientras unos trabajan con pasión y compromiso, otros parecen disfrutar más de la estancia en la escuela que de la verdadera labor docente.
Este contraste genera desequilibrios. Quienes sí cumplen cargan, muchas veces, con tareas extras para que los proyectos escolares avancen, mientras otros disfrutan de una rutina más cómoda, sin consecuencias aparentes. Esta falta de equidad en el cumplimiento de los deberes puede afectar el clima laboral, y sobre todo, el funcionamiento colectivo del plantel.
Por eso, es fundamental valorar y reconocer el trabajo de los docentes comprometidos, y al mismo tiempo, reflexionar sobre la importancia de que todos asuman su rol con responsabilidad. Educar no solo es dar clase, también es colaborar, construir comunidad y ser ejemplo de ética y trabajo para los estudiantes.
Una escuela fuerte no se forma solo con buenas intenciones, sino con trabajo constante, honestidad y compromiso de todos sus integrantes.
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