Todavía me cuesta escribir esto, pero creo que es momento de aceptar que hay personas que simplemente se van. Y que, aunque dolía mucho al principio, ya no duele tanto. O al menos, no como antes. La verdad es que he perdido amigas. Personas que creí que iban a estar conmigo siempre. Que iban a ser parte de mis quince, de mis logros, de mis tristezas… y al final, ni siquiera se despidieron bien.
Es duro pensar en eso. Porque cuando una es más chica, se aferra a la idea de la “mejor amiga para siempre”. Yo también lo hice. Tenía a dos, en especial, que eran como mis hermanas. Nos sabíamos la vida de memoria. Íbamos juntas a todos lados, teníamos nuestras bromas internas, hablábamos hasta por mensajes aunque nos viéramos todo el día. Éramos esas típicas de “si ella no va, yo tampoco”. Pero un día… simplemente todo cambió. Y nunca supe exactamente por qué.
Al principio pensé que era mi culpa. Que tal vez dije algo, que me volví pesada, que no las supe cuidar. Me culpé muchísimo. Me revisaba los mensajes, analizaba cada mirada, cada gesto. Me preguntaba qué hice mal. Pero no encontré una respuesta clara. Solo estaban cada vez más distantes. Y un día, dejaron de escribirme. Dejaron de invitarme. Dejaron de considerarme parte.
Lo más feo de todo fue ver cómo sí estaban presentes para otras personas. Cómo sí seguían riéndose, saliendo, compartiendo, pero ya sin mí. Como si nunca hubiéramos compartido nada real. Ahí fue cuando entendí que el cariño no siempre es mutuo. Que a veces una da mucho más de lo que recibe. Y aunque eso no sea justo, pasa. Pasa más seguido de lo que debería.
Pasé semanas tratando de no llorar por eso. Me decía a mí misma que estaba exagerando, que era solo una etapa. Pero no. Duele perder a quien fue parte de tu día a día. Duele que tus secretos estén en alguien que ya no te habla. Duele saber que las promesas que se hicieron una tarde cualquiera se rompieron sin siquiera un “lo siento”.
Y aún así, no puedo odiarlas. Porque en su momento fueron importantes. Me acompañaron en días difíciles, me hicieron reír hasta llorar, me ayudaron a ser quien soy hoy. Solo que no se quedaron. Tal vez ya no estábamos creciendo en la misma dirección. Tal vez yo ya no encajaba en lo que ellas buscaban. O simplemente… se cansaron. No lo sé. Y ya no quiero saberlo tampoco.
Aprendí que hay personas que solo están contigo por una temporada. Que no todas las amistades son para siempre, aunque se sientan así al principio. Y está bien. Aunque al principio no lo parezca, está bien. Porque si algo he descubierto es que la vida sigue. Que siempre habrá nuevas personas. No igual que ellas, no mejores ni peores, solo distintas. Y que, a veces, perder a alguien te abre espacio para encontrarte a ti misma.
Comentarios