Hoy he estado pensando en13219987876?profile=RESIZE_400x algo que me hace sentir extraña, incluso un poco culpable: me doy cuenta de que, la mayoría de las veces, los problemas de los demás no me interesan. No es que quiera ser insensible o mala persona, pero cuando alguien me cuenta sus problemas, simplemente no siento nada. Me quedo escuchando, asintiendo, diciendo lo que sé que esperan escuchar, pero por dentro no tengo esa conexión emocional que parece que debería tener.

A veces pienso que soy egoísta. ¿Por qué me cuesta tanto empatizar con los demás? Por ejemplo, cuando una amiga me cuenta que está peleada con su novio, o que tuvo una discusión en casa, me parece algo tan lejano, tan irrelevante, que no puedo evitar desconectarme. Claro, digo cosas como “Qué mal” o “Eso debe ser difícil”, pero en realidad, estoy pensando en cualquier otra cosa. Y luego me pregunto: ¿está mal que me sienta así?

No sé exactamente cuándo empezó esto. Tal vez es porque, en mi mente, ya tengo suficiente con mis propios problemas. Hay tantas cosas que me preocupan en mi vida —la escuela, lo que quiero hacer en el futuro, mis inseguridades— que simplemente no tengo energía para cargar con las preocupaciones de los demás. Es como si mi cerebro se bloqueara automáticamente cuando alguien empieza a hablarme de sus dificultades, como si una parte de mí dijera: “Esto no es tu problema”.

Lo que más me inquieta es que no quiero que las personas piensen que no me importan. Porque sí me importan, solo que de una manera diferente. Por ejemplo, quiero que mis amigas estén bien, que sean felices y que superen lo que sea que las está afectando. Pero no siento esa necesidad de involucrarme profundamente, de preocuparme tanto como ellas esperan. Y cuando me doy cuenta de esto, me siento mal, porque parece que no soy la amiga que debería ser.

También me pregunto si este desinterés tiene que ver con que no siempre entiendo por qué la gente se preocupa tanto por ciertas cosas. A veces, los problemas que me cuentan parecen tan pequeños, tan insignificantes, que no entiendo por qué les afectan tanto. Tal vez eso sea lo que me hace desconectarme: pensar que las personas exageran o que hacen un drama de cosas que, desde mi perspectiva, no son tan graves. 

Pero luego pienso que no está bien juzgar lo que otros sienten. Lo que para mí puede parecer insignificante, para ellos puede ser lo más importante del mundo. Sé que cada quien vive sus emociones de manera distinta, y no quiero invalidar lo que sienten solo porque yo no lo entiendo. Aunque no lo sienta igual, quiero aprender a ser más comprensiva, a no minimizar lo que los demás están pasando solo porque no me afecta directamente.

Escribir esto me hace darme cuenta de que, en el fondo, no soy indiferente. Si fuera completamente indiferente, no estaría preocupándome por sentirme así. Tal vez mi problema no es que no me importe, sino que no sé cómo demostrarlo. Quizás, en lugar de tratar de sentir lo que los demás sienten, debería centrarme en escuchar y apoyar de la mejor manera que pueda. Porque aunque no me conecte emocionalmente con sus problemas, puedo estar ahí para ellos de otras formas.

Creo que este desinterés que siento viene, en parte, de no saber cómo manejar mis propias emociones. Estoy tan ocupada tratando de entenderme a mí misma, de resolver mis propios líos internos, que no tengo espacio para más. Tal vez, si empiezo a trabajar en mí misma, también pueda abrirme más a los demás.

No sé si alguna vez seré la persona que se preocupa profundamente por todo lo que pasa a su alrededor. Tal vez nunca lo sea, y eso está bien. Pero lo que sí quiero es aprender a ser más honesta conmigo misma y con los demás, a encontrar un equilibrio entre ser auténtica y estar presente para las personas que me importan.

Por ahora, estoy aprendiendo a no juzgarme tanto por sentir lo que siento, o por no sentir lo que creo que debería sentir. Sé que no soy perfecta, y eso incluye la manera en que me relaciono con los problemas de los demás. Pero quiero seguir creciendo, aprendiendo a escuchar sin sentirme culpable por no emocionarme tanto, y encontrando formas de ser una buena amiga, incluso cuando no siempre entienda o comparta las emociones de los demás.

Al final, creo que lo importante es ser honesta, tanto conmigo como con quienes me rodean. Tal vez no sea la persona más empática, pero estoy dispuesta a mejorar. Y aunque todavía no sé exactamente cómo hacerlo, escribir esto me hace sentir que estoy dando el primer paso.

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